OFRENDAS
No es limosna, es Ofrenda
No debemos confundir el término “ofrenda” con “limosna”. Lo que depositamos en las Mangas durante la misa no es una limosna, es una ofrenda; la ofrenda de nosotros mismos, que nace de la fe. La ofrenda se refiere a la contribución material que los hijos hacen a su Iglesia, la cual se debe atender con generosidad y cariño.
Ofrenda es el dinero que se recoge entre los feligreses en las celebraciones eucarísticas. Hablar de limosna es un error en el que incurren muchas personas que no se han detenido a considerar el significado litúrgico de esa acción.
Limosna es la ayuda material que por caridad se da al prójimo necesitado. Pero a nadie se le ocurrirá decir que la contribución de los hijos para el sostenimiento del hogar paterno, o la ayuda económica a los padres necesitados es una limosna, porque esa es una obligación filial que se debe cumplir con todo el cariño de hijos agradecidos.
Con la Iglesia sucede lo mismo: como hijos suyos, los católicos debemos atender generosamente a todas sus necesidades. Esa ayuda se puede concretar en diversas formas, pero hay un acto litúrgico de especial significado en la misa, cuando el sacerdote ofrece a Dios los frutos de la tierra, de la vid y del trabajo del hombre. En las primeras épocas del cristianismo los fieles llevaban como ofrenda el pan y el vino para la Cena Eucarística, pero esas especies se han reemplazado por el dinero que es precisamente el fruto del trabajo del hombre.
Esta es la razón para ser muy generosos en la ofrenda de la misa, que se utilizará para atender a las necesidades del culto y la ayuda para las labores pastorales. No olvidar que la moneda en todas partes viene perdiendo poder adquisitivo, y hay que reajustar las ayudas por lo menos de acuerdo con la devaluación. Y una recomendación final: dar con un cariño que se refleje hasta en el detalle de no aprovechar esa ocasión para salir del billete más ajado y sucio...
Podemos concluir por tanto, que a la Iglesia no le damos limosna, sino ofrenda de lo que Dios nos ha dado, pues Él nos da entero a su Hijo en la eucaristía; no es una parte de él, está todo, absolutamente todo, en cada fragmento, con su cuerpo, alma, divinidad, con toda su santidad. Y con nada podríamos comprar tantísima bondad. Ni con todo el oro del mundo, literalmente hablando. Luego, nosotros también debemos ofrendarnos a Él y ofrendar económicamente una cantidad acorde a las posibilidades de cada quien.
Socorrer a la Iglesia en sus necesidades
La Iglesia, al ser Madre y preocuparse de las necesidades espirituales y materiales de sus hijos, reclama de ellos oraciones, sacrificios y ofrendas.
Con éstas Ofrendas puede ayudar a los más necesitados: los pobres, la parroquia, los hermanos que trabajan en ella, el templo y las capillas, las misiones, los seminarios, etc.
Además, la ayuda material que los cristianos tienen obligación de prestar a la Iglesia sirve también para el digno sustento de los ministros y para atender al esplendor del culto: edificios, vasos sagrados, ornamentos, etc.
Por las razones expuestas, es lógico que la Iglesia pida a sus hijos algunas contribuciones, e indica que: “los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras apostólicas y de caridad y el conveniente sustento de los ministros” (CIC, c. 222 & 1).
La obligación de ayudar económicamente a la Iglesia deriva del hecho de que ésta, aunque es divina por razón de su origen y de su finalidad, se compone de elementos humanos y tiene necesidad de recursos para cumplir su altísimo fin; el mismo Cristo dijo a su discípulos: “el que trabaja tiene derecho a la recompensa” (Lc. 10, 7), y San Pablo: Dios ha ordenado que los que predican el Evangelio, vivan del Evangelio (I Cor. 9, 14).
Ofrenda de $1000.-
OFRENDA 1
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Ofrenda de $2000.-
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Ofrenda de $3.000-
OFRENDA 3
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Ofrenda $4.000.-
OFRENDA 4
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Ofrenda $5.000.-
OFRENDA 5
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